Siempre he sido una persona caótica en todos los aspectos de mi vida. Según mis padres, eso me vino de nacimiento, porque fui uno de los típicos bebés llorones que dormían de día y estaban con los ojos abiertos como platos por el día. De niño, al parecer, me perdí y me caí muchas veces, y de adolescente tuve fiestas muy salvajes en las que el concepto de “moderación” no me entraba nunca en la cabeza a la hora de beber alcohol y fumar a escondidas. Ahora, la madurez y la vida adulta me han dado un poco más de equilibrio, pero no del todo. Lo digo porque llevo ya un año sin hacer nada con mi vida laboral y tiene pinta de que el próximo va a ser así también.
La cuestión es que no sé qué me gustaría hacer, porque no hay nada que me apasione ni que me haga tener unas ganas impresionantes de empezar una carrera. Las letras, sí, me gustan, pero nunca me dedicaría a la investigación filológica; y me encantan los documentales de biología marina, pero meterme en el berenjenal de la carrera de Biología o de Ciencias del mar me da pereza solo con pensarlo. Además, tampoco es que destaque especialmente bien en nada; solo en una cosa y porque soy hijo de padre español y de madre inglesa: los idiomas. En otras palabras, soy bilingüe, y por eso, mis padres suelen intentar animarme a ser profesor de clases de inglés en Madrid.
Si he de ser sincera, nunca me había planteado mi futuro profesional como profesora particular de inglés, pero con el panorama laboral tan negro, no sería mala idea sacarme un dinero extra. Mi nivel de inglés es más que aceptable y mi pronunciación excelente, gracias a mi padre.
La verdad es que, pese a que tampoco me apasiona, no lo descarto, porque sería la vía fácil. Además, he estado buscando más información en http://www.canterburyenglish.com, una página web de academias de inglés en Madrid, y el trabajo de profesor de idiomas parece interesante. No tendría tanto nivel como un profesor de inglés en Madrid, pero sí que se me daría bien. |